En la madrugada del lunes, vecinos de Los Hornos vivieron escenas de terror al enterarse de que dos delincuentes armados habían irrumpido en la vivienda de una mujer jubilada de 77 años ubicada en calle 136, entre 69 y 70. Entraron alrededor de la 1 mientras ella descansaba, la redujeron, la amordazaron y le prodigaron golpes, incluyendo puñetazos en la boca.

Durante cinco horas, los malvivientes revisaron cada rincón de la casa, buscando dinero, objetos de valor, documentos y cualquier cosa que consideraran valiosa. Le robaron sus ahorros, alhajas, tarjetas de crédito y débito, documentos personales. También sustrajeron el DVR de las cámaras de seguridad, que arrancaron antes de huir.

Después del robo, parte de la documentación sustraída fue hallada en la zona de 137 y 528.

Las autoridades investigan si los delincuentes contaban con información precisa sobre la víctima y sus hábitos, lo que les podría haber permitido perpetrar el ataque con planificación.

Este hecho no solo hiere el patrimonio de una mujer mayor, también desgarra el sentimiento de seguridad en la comunidad. La pregunta que aflora entre vecinos de Abasto y los Hornos es inevitable:

¿Cómo proteger mejor a quienes ya no están en condiciones de cuidarse solos?

¿Qué papel puede jugar la vecindad, el control barrial o la tecnología en elevar la barrera de defensa ante estos hechos?

Porque no se trata solo del daño material, sino también del temor, de la vulneración del espacio más íntimo: el hogar.